La villa del clan: el poder de Alfredo Zara

Casapesenna, provincia de Caserta. Un pequeño municipio de diez mil habitantes, uno de los muchos epicentros del poder criminal del clan de los Casalesi. Aquí no hay guerras de mafia, no hay ajustes de cuentas a la vista. Hay algo más grande: un sistema de control generalizado, una economía paralela que durante años ha movido millones de euros sin hacer ruido.

Alfredo Zara no es un jefe de primer plano. No es Sandokan, no es Francesco Bidognetti, pero es una parte del engranaje. Uno de esos que hacen funcionar la máquina del poder de los Casalesi, garantizando protección, lavado de dinero, intermediación en negocios sucios.

Su villa en Via Raffaello IV Traversa n. 5 es el símbolo de ese sistema. Una residencia imponente, construida con dinero de origen desconocido, con interiores lujosos y muros impenetrables. No es solo una vivienda: es un bastión de poder.

En 1998, sin embargo, la historia cambia. El Estado da un golpe fuerte. Mega-operaciones, arrestos, condenas. Los Casalesi empiezan a tambalear. Alfredo Zara se convierte en objetivo, su villa es incautada y luego definitivamente confiscada en 1999.

Cuando las fuerzas del orden atraviesan la verja, solo encuentran escombros. Los pisos de mármol han sido arrancados, las ventanas despojadas, los cables eléctricos arrancados de las paredes. ¿Por qué? Porque la camorra tiene una regla clara: si algo ya no puede pertenecer al clan, debe ser destruido.

La villa queda así, abandonada, un caparazón vacío que nadie parece querer tocar.

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